La independencia de la Corte Constitucional se da por descontada. Ese es un error. En cada elección de sus miembros se juega la conservación de ese atributo del cual depende su legitimidad, la que hasta ahora gracias a un milagro continuado se ha mantenido pese a la intervención en su designación de los dos órganos más políticos del Estado: el Presidente y el Senado. Con ocasión de la elección del remplazo de la magistrada Cristina Pardo, podremos asistir al fin de ese milagro o a la consolidación de la más valiosa tradición, que se originó en 1991.
En la puja hay tres juristas. El abogado del Presidente, Héctor Carvajal; la magistrada auxiliar de la JEP, Dídima Rico, y la magistrada auxiliar de la Corte Constitucional, Karena Caselles. Muchos dan por elegido a Carvajal. A su cercanía con el mandatario –a quien representó ante el CNE en el proceso que se adelanta en contra de su campaña por la presunta violación de topes– se le suma también la amistad con el expresidente Uribe por haber sido el apoderado de sus hijos en el escándalo de las zonas francas. Pero, además, es bien sabido que el jurista se mueve como pez en el agua en la Corte Suprema y los órganos de control, así como en las arenas del mundo político. Valga recordar que en su exitosa carrera ha sido representante de personajes como Oneida Pinto, Daniel Quintero y de los Aguilar, entre otros. El acceso que tiene a las esferas del poder haría pensar que esta es una “terna de uno”.
Sin embargo, la aparente fortaleza de Carvajal es también su mayor debilidad. No en vano, la candidata Caselles ha comenzado a crecer en la intención de voto de los congresistas que ven con cierto temor y desconfianza la elección del abogado del Presidente. En momentos en los que la Corte Constitucional no se puede dar el lujo de terminar cooptada por intereses eminentemente políticos, toma aliento la esperanza de que llegue una jurista mujer que ha construido una brillante carrera en la Rama Judicial, y ajena a cualquier tipo de presión externa. Existen todavía sectores del Legislativo que estiman necesario preservar la independencia del alto tribunal, y más en escenarios de polarización y amenaza a la separación de poderes. El acierto del Presidente de haber incluido a esta jurista en la terna, digno de ser celebrado, no debería ser borrado con el desacierto, que sería endosable al Senado, de no elegirla.
Varios factores han comenzado a jugar en contra del abogado del Presidente. Además del posible conflicto de intereses por haber sido hasta hace poco su apoderado, Carvajal está próximo a la edad de retiro forzoso, lo cual implica que no terminará el periodo ordinario de los 8 años. Otro aspecto que preocupa a varios senadores es la posible falta de independencia frente a la Administración. Su elección, junto con la de Vladimir Fernández, le daría al Gobierno dos votos seguros, alterando así la composición de fuerzas en una Corte que tiene en sus manos la revisión de varios temas sensibles para el Ejecutivo, como la salud, las pensiones y la misma consulta popular. Finalmente, hay otros congresistas que consideran importante que sea una mujer la designada para mantener la paridad de género en el tribunal.
El Senado debe estar a la altura de esa responsabilidad y actuar con asepsia, rechazando cualquier tipo de presión y pensando en el bien superior del país y la democracia.
Contra todo pronóstico, David salió victorioso contra Goliat. Hoy David no solo es Karena Caselles, sino el país entero alarmado ante la eventual pérdida de independencia de la Corte Constitucional. La credibilidad de la Corte no es independiente del perfil moral e intelectual de sus miembros. Esperamos que el Senado lo entienda así.
GABRIEL CIFUENTES
X: @gabocifuentes